domingo, 5 de abril de 2009

Argentina y las asignaturas pendientes

Hace años que, desde mi casa en Bolonia, puedo seguir cómodamente la prensa argentina gracias a Internet. Qué digo la prensa, también la radio y algo de televisión. Retomar el contacto, después de años de interrupción, me causó algunos problemas. Una de las cosas que más me intrigaba era el uso más que abundante de metáforas escolares cuando se hablaba de la economía del país. Por lo que puedo saber es una costumbre única en el mundo. Argentina tenía “asignaturas pendientes”, recibía “notas”, corría el riesgo de no pasar “los exámenes”.

Una metáfora sirve para sugerir al lector un modo de ver el mundo. La de los economistas argentinos era fuertemente infantilizante; un país menor de edad, que va a la escuela y vive las angustias propias de su edad. La autoridad son los maestros, papel que, en el contexto, era asumido a veces por el Fondo Monetario Internacional, a veces por las grandes potencias, a veces, en una visible caída de estilo, por los bolicheros de las calificadoras de riesgo.


Ahora bien; quien ve el mundo desde otro ángulo sabe que la didáctica es la última de las preocupaciones para los países hegemónicos. Cada cual piensa en sus intereses, caiga quien caiga, y el equilibrio se alcanza a través de mordiscos y gruñidos amenazadores. Un país que se presente en este ambiente como un alumno premuroso dispuesto a aceptar el juicio de una mesa de examen corre el riesgo de terminar despedazado. Cosa que casi ocurre en los hechos. Claro que en esta riña permanente hay reglas, que impiden la mutua destrucción. Pero son reglas convenidas, permanentemente renegociadas, vulneradas por quien puede hacerlo apenas puede.

Una representación más cercana a la realidad podría ser la de un juego, en la que hay actores que luchan y cooperan según las circunstancias, un juego en el que vale la fuerza, pero también la claridad estratégica, la prudencia, la audacia, la astucia, la capacidad de hacerse aliados, la habilidad para mentir si es el caso, teniendo siempre muy claros los propios intereses y los del conjunto.

¿Por qué digo esto, cuando son algunos años que Argentina cambió de registro? Porque la dichosa metáfora infantilizante sigue siendo utilizada en los medios y hasta en ensayos “serios”. La usan las cabezas sin cuerpo de los sobrevivientes neoliberales, pero también personas que se refieren a la ecología, a la seguridad y a muchos otros campos y disciplinas. Amigos poetas, ayuden por favor a economistas y sociólogos, inventen nuevas metáforas, renueven el lenguaje. En una de esas conseguimos entendernos mejor.

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