domingo, 19 de octubre de 2008

Los demonios de la crisis

Vivo fuera de la ciudad, pero visito de vez en cuando un matrimonio de jóvenes amigos en el centro de Bolonia. La casa tiene una fachada antigua, simple y elegante. Dentro los pisos son cuatro, sin ascensor, pasillos y escaleras con aire de cuartel. Mis amigos viven en el último piso, en un departamento de dos habitaciones, un baño y una cocinita diminuta, que pagan una fortuna en alquiler.

La última vez que fui me encontré de sopetón con una decena de personas en el corredor del cuarto piso. Me dio la impresión de que estaban haciendo cola para entrar al departamento del fondo. Pedí permiso a dos de ellas, con voz entrecortada después de subir la escalera, y toqué el timbre en la casa de mis amigos. Una vez adentro, apenas después de los saludos, les pregunté que hacía ahí toda esa gente. “No lo sabemos bien; entran en lo de la señora Cragnotto, una que va y viene siempre muy bien vestida y peinada, tailleur y estridentes zapatos rojos, estilo empresaria berlusconiana. Debe ser algo de finanzas, porque todos los que esperan llevan carteras llenas de papeles, y hablan de bonds, interbancario, Bce, swaps, Mibtel y demás jerga incomprensible”.

Cuando salí del departamento en el corredor esperaban todavía tres personas. Saludé con una sonrisa y le pregunté al último, un señor de una cierta edad, qué es lo que esperaban. -“Venimos a lo de la señora Cragnotto para que nos proteja las acciones y los bonos”, me contestó. Yo había supuesto que la señora era un consultor financiero, o algo así. –“¿Y de que modo los protege, si se puede saber?”. Intervino una de las mujeres que estaban más adelante: “Las pone sobre el escritorio, las mira fijo y les pasa las manos por arriba. Dice Uolestrí, Nasdacca, Ni Key, Mibbtel, Dax, Eftiesi y Caccuaranta. Después quedan protegidos”. –“¿Protegidos contra qué cosa? –“¿Y contra qué va a ser? Contra la crisis, ¿no?”

-“¿Pero usted cree en estas cosas?”. –“Si le creí al que me vendió estos papeles puedo también creerle a la señora, ¿no? No nos cobra nada; bueno, nada ahora. Si las acciones recuperan más del diez por ciento le pagamos su comisión, como es lógico, porque la protección funcionó. Y si siguen cayendo no le debemos nada. Es una persona honesta”.

Tuve que convenir que lo era. Aunque pensé que iban a hacer falta muchas brujas para aprisionar estos demonios con nombres tan feos.